Guatemala se sitúa al sur de México, en América Central. En las culturas de América Latina es común que las familias sean numerosas y que en las casas vivan juntos los abuelos, los tíos, los sobrinos, las mascotas... en fin. Muchos jóvenes dejan sus hogares paternos hasta que contraen matrimonio; la minoría lo hace por estudios. Por lo tanto, es común encontrar adultos rondando los 30 años viviendo en casa de sus padres, lo cual tiene que ver poco con la incapacidad de valerse por sí mismos. Es más bien, por conveniencia económica y seguridad. A diferencia de los países norteamericanos o europeos, el Estado no provee apoyo económico al estudiante. Ni siquiera lo provee a sus trabajadores; menos al joven universitario. 

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      Cuando tenía 25 años, luego de terminar mis estudios universitarios, decidí resolver una de las inquietudes que mantuve desde que era adolescente: vivir en soledad, sin mamá ni papá que me apoyaran económicamente o en tareas domésticas, tal y como lo hacen los europeos. Renté una habitación en una casa de huéspedes en la ciudad por tres meses, intuyendo que no me convendría alargar el tiempo de la estadía debido a temas de transporte. Sin embargo, estaba emocionada por iniciar la aventura. El primer día decidí preparar una comida que me durara dos días, la cual pensaba complementar con otros alimentos de fácil preparación. La comida que preparé es esta misma receta que estoy por compartirles. Acostumbrada a la cantidad que preparaba en el hogar de mis padres, preparé una libra de arroz entera; sólo para mí. Pasé 7 días comiendo del mismo arroz... el cual no volví a preparar hasta después de unos cuantos meses.